“Cómo tiene que ser una paloma y cómo queremos que sea.”
Me voy a “mojar”, pero recordad que esto es tan sólo la opinión del titular de este blog y no una verdad absoluta. Es una opinión fruto de mi propia experiencia y que quizá pueda estar alejada de la realidad, pero escribo estas líneas tal y como pienso hoy. Dicho esto:
No es que una paloma deba poseer una forma precisa y determinada. Las palomas son un todo, y no deberíamos fijarnos sólo en una teoría o en una parte de su anatomía para sentenciar si estamos en presencia o no de una buena paloma. Vivimos en un mundo de modas y cánones que van y vienen, a los que seguimos como zombie con gran devoción. Todos somos esclavos de las teorías y al que comienza en nuestra pasión acabamos finalmente por convencerle y mediatizarle de cómo debe de ser una paloma. Y en realidad, en cierto modo estamos todos equivocados pues queremos acotar lo inabarcable, y en estas lides no existen las respuestas definitivas.
La cesta, desde siempre, y al margen de la evolución que ha sufrido la competición con el devenir de los años, nos ha mostrado una serie de cualidades que suele reunir una buena mensajera, pero no hasta el punto de poder afirmar con rotundidad después de más de un siglo de práctica colombófila que las palomas que reúnen una determinada característica o conjunto de características son las triunfadoras. Todo es un juego de búsqueda de posibilidades ganadoras. Y ya lo sabéis, es eso lo que hace tan apasionante y enigmático nuestro deporte.
Personalmente tengo en mi mente una imagen bastante transparente de como quiero que sea una mensajera entre mis manos, tengo mi propio patrón, pero éste pierde gran parte de su esencia y validez fuera de mi palomar. La cesta nos domina y nos acerca a la verdad, y a través de ella, nosotros podemos construir teorías más o menos afortunadas. Lo demás está íntimamente ligado a la venta de palomas o quizás a una colombofilia filosófica de dudoso coste. ¿Por qué?. La respuesta a esa cuestión es relativamente sencilla, además de ser bueno y bonito, hemos llegado casi al punto de resumirlo todo en una serie de características y legislar que éstas son las buenas, y todas las palomas que no las reúnan por ende son malas mensajeras o no adecuadas a lo que buscamos. Una vez más no es del todo cierto.
Y eso es lo que nos venden. Como el colombófilo es muy propenso a radicalizarlo todo, y sobre todo, somos en general muy dados a imponer la forma sobre el contenido, los resultados muy a menudo no son los deseados.
No hay que olvidar que esto es una competición, una carrera de palomas y que despreciar a la ganadora por que no reúna las características que nosotros nos hemos empecinado que tengan es de bobos, de ingenuos programados.
El ejemplo claro sería seleccionar las palomas más bellas del mundo sin tener en cuenta en absoluto a la cesta. En un par de años nos hundiríamos en el fondo de las clasificaciones con total seguridad y acabaríamos poseyéndo el cuadro reproductor más hermoso de la ciudad, pero,...pero poco más. Y de ello soy un convencido, y la respuesta la tenemos en que la mano es necesaria pero sólo para deleitarnos con ella. No podemos caer en la tentación de que sea nuestra zarpa la que distinga lo bueno de lo malo. Dejemos actuar a la cesta. Esto último lo hemos escuchado cientos de veces y es una verdad más sólida que un templo.
Puesto a despreciar teorías, desde luego aconsejo encarecidamente no seleccionar en función de la teoría del ojo, me parece una de las mayores falacias que se han gestado en el mundo de la colombofilia en las últimas décadas. Me cuesta entender que alguien todavía crea en esas cosas. Parece brujería. Hay más teorías sorprendentes pero la del ojo, en mi opinión se lleva la palma de oro.
Cuando conozco algún colombófilo y éste me habla de la teoría del ojo o me asegura ser un ferviente admirador de ella, ummm, que queréis que os diga, a mi ese señor ya no me entra directamente por los ojos, colombófilamente hablando. Ya me entendéis, es una forma de hablar, pero siendo honesto, no me puede entrar en la cabeza que tan siquiera se pueda tener en consideración.
La prueba de que no hay un tipo de paloma definido es que podemos hallar animales muy dispares en todo tipo de instalaciones de reputados campeones. En otras ocasiones nos puede llegar a sorprender que un tipo de paloma haya triunfado, pues quizás no reúna las cualidades que solemos analizar como excelentes, ésas que tenemos grabadas a fuego en nuestras cabezas, pero en cambio si esa paloma ha triunfado es porque probablemente este compensada con otro tipo de cualidades que supera la media con creces.
Pongo un ejemplo: En ocasiones sostenemos una paloma...lo primero que apreciamos es como nos “cae”en las manos, es algo que sólo se consigue teniendo miles de palomas entre las manos durante muchos años. No hay otra forma, aunque sigue siendo algo muy personal, una “sensación” diferente en cada uno de nosotros (comprobado) y que carece de total sentido si lo alejamos de la cesta y de nuestra casa. Lo demás es engañarse. Una vez percibimos esa “sensación”, que no es otra cosa que una mezcla del equilibrio de la paloma y nuestro propio subconsciente ligado a nuestra experiencia, lo inmediatamente que solemos hacer después es abrirle el ala y es un tic muy arraigado entre nosotros el hacerlo, por lo que como digo , acto seguido con un movimiento de dedos le abrimos suavemente su ala. Pues bien, al abrirla, la paloma puede no mostrar un apéndice sublime, como nosotros lo entendemos, ya sabéis, gran ventilación, plumas no muy anchas, separación de las últimas cuatro remeras, etc...es decir, los diez mandamientos, pero en cambio el ejemplar puede tener una extraordinaria musculatura y compensar con creces sus carencias en lo que la mueve, sus alas. Así con otras muchas variables, y que decir cuando la paloma no nos dice absolutamente nada de nada en las manos aunque estemos predispuestos a que nos lo diga, pero en cambio tiene un “coco” privilegiado, que es de lo que se trata en realidad. Son palomas de carreras, palomas que tiene la rara virtud de orientarse y regresar a sus hogares, bueno, es que en realidad todo esto comienza en sus “cocos”, y es lo más importante.
A donde quiero llegar a parar es que aunque tengamos muy nítido lo que esperamos y queremos de en una paloma, la película cambia en cada casa, ciudad, país y continente.
Aquellos que tienen orgásmos cada vez que sostienen una paloma, a su juicio maravillosa, tratando con alquimias de dudoso origen, transformarlas en grandes campeonas, con adjetivos de todo tipo, olvidaron que en este deporte sólo los hechos y la cesta son la única verdad de la colombófilia.
Resumiendo: La valoración de una paloma con la mano, SI, pero especialmente en un entorno conocido (como tú casa, o la de un amigo donde conozcas tus/sus palomas), pero nunca hasta el extremo de que este tipo de selección se imponga a la cesta.
La mano es un complemento, la cesta es el cauce para conseguir grandes cosas.
Pabs.