lunes, 7 de marzo de 2016

Los caballeros de la colombófila.



Las buenas costumbres son algo que merece la pena perpetuarse.

Existe una serie de rituales colombófilos que vienen de tiempos ancestrales donde la memoria se pierde entre una espesa niebla de borrosos recuerdos y tienen que ver con una forma de entender la colombofilia desde su punto de partida, pero sobre todo tienen que ver con la educación más exquisita.

Cuando en nuestro apasionado deporte alguien destaca y lo hace muy bien, sea tan sólo por un maravilloso y mágico día, su gran día, o por toda una trayectoria regada de éxitos es digno de admiración las personas que son capaces de reconocerlo. De hacerlo aunque ese instante no se presté a dibujar una de nuestras mejores sonrisas. Ese tipo de comportamientos, aparte de estar vinculados con la educación más elemental, son también un excelente vehículo para educar a los que comienzan, para hacernos comprender de que va en esencia todo esto.

Algunos de estos raros ejemplares en vías de extinción, que son los atrevidos colombófilos noveles que deciden dar el si quiero, traen consigo de serie su propia educación, a veces buena otras no tanto, pero desconocen las reglas forjadas por aquellos caballeros colombófilos que sentaron con esfuerzo y mucha ilusión las bases de este deporte en nuestro país. Se me antoja vital continuar el camino que otros marcaron en el pasado.

En mis primeros pasos no fui tan consciente de este tipo de detalles. Lo soy ahora con la perspectiva del tiempo. Es muy halagador y bonito que a uno lo feliciten pero hay que hacer lo propio cuando es menester. Este y otros muchos gestos son también importantes en la colombofilia. Dadas mis ansias de competir y mi juventud por aquel tiempo tardé en comprender este sencillísimo axioma.

Recuerdo por aquellos años de pubertad colombófila a un socio de mi club, Florencio Mercadal Conde, portando la antorcha de tan exquisita educación, tanto en privado como en público. Algo que sigue haciendo a pesar del infrenable paso de las décadas con la misma firmeza de antaño. De él aprendí esas buenas formas. Un testigo que se pasa de colombófilo a colombófilo. Las “buenas costumbres colombófilas”.
Recientemente un colombófilo de la isla ha logrado algo inusual y sorprendente, y más allá de una serie de personas (pocas y las de siempre), parece como si en estos casos las felicitaciones, si llegan, mejor en privado. Todos leen el consabido foro, pero pocos dieron el paso. Me produce algo de tristeza.

Creo que especialmente los últimos en llegar a este deporte no entienden la importancia de tan noble gesto, y también me da la sensación de que algunos de los que llevan algunas décadas entre nosotros oxidados en su propio ostracismo olvidaron en algún momento durante el camino ese ejemplar comportamiento de caballeros de la colombofilia que hizo en el pasado esta disciplina verdaderamente auténtica.
                                       


Pablo Suárez Revuelta.