jueves, 4 de mayo de 2017

...el final del cuento.


Se suele afirmar que todo cuento tiene su final. De eso si me puedo considerar un  experto. Un verdadero cuenta cuentos adiestrado en el más dulce de los escenarios. 
 Cada noche, desde hace ya cuatro años, debo reinventarme como tal, y hacer gala de una exquisita imaginación para susurrar las más increibles historias. Así me lo exige la princesa de mi casa, mi niña, y tengo asumido que con algo de fortuna, si me esmero, no llego a esa parte en la que lobo debe hacer gala de sus infinitas artimañas para engañar a los cerditos, y mi tesoro queda rendida a mis encantos como narrador, cristalizando mis palabras en un mágico y  reparador sueño.
 Sea como fuere de una forma u otra siempre hay un final del cuento, y éste de hoy es el mío.

Las últimas semanas le he dado muchas, muchísimas vueltas a una misma idea. Alejarme de las palomas. Tomar distancia.
 El ir desprendiéndome de algunas de ellas poco a poco te toca la fibra.  Muy buenas palomas que llevaban conmigo tiempo. Tenía pendiente un par de posts más pero será para otra ocasión, me apremia la necesidad de cerrar el chiringuito. 

La temporada ya está olvidada. Lo que para otro sería un sueño con tantísimas marcadas que se apelotonan con las ya conseguidas en la última década llena de registros para recordar, para un servidor es simplemente una temporada más, en concreto una para olvidar. Si bien es cierto que es de éstas de las que más aprende uno.
Mi nivel de exigencia y de miras no es comparable a ninguno de mis competidores. Esto es una realidad demostrable con números en la mano. Así lo siento y por ello me atrevo a afirmarlo.
Y en esa reflexión giran mis pensamientos. Uno siempre quiere más. Incluso sin la pesadilla de ese inoportuno virus pasajero que me atizó donde más duele, siento igualmente que tengo que dar un paso más, y en esa búsqueda me encuentro constantemente. Inconformista hasta el final, inconformista para siempre.

 Soy en cierto modo, en un mundo abrigado por la rigidez de sus ideas,  un revolucionario de la colombofilia, un soldado con  registros asombrosos, con historia propia, con una visión diferente a la mayoría, de esos que marcan tendencia, no de aquellos que la siguen, sino de los que inventan e innovan y precipitan acontecimientos.
Colombófilo sin miedo, que selecciona "a pelo" desde las islas vecinas desde hace ya muchos años,  de los que muestra el camino a otros, de los que quiere hacer suya la piedra filosofal y no se conforma con leer que existe o existió en algún momento. Colombófilo idolatrado por algunos, y denostado por otros. Ni más ni menos que la envidia, el tan arraigado miedo del no querer conocer, y el osado juego de repetir las mentiras que otros inventaron antes. Gente sin sustancia.

 Todo ello genera, en momentos de debilidad, un desgaste insoportable, y  requiere de un punto de sosiego. Necesito reinventarme y recuperar esas ganas por las palomas que es donde reside la fuerza de todo colombóflo que se precie. De ahí este paréntesis. ¿Un mes?, ¿un año?, ¿nunca más?. Si doy marcha atrás y decido regresar, sé exactamente como lo haré.

Debo reencontrarme con esa ilusión por volver a tocar la música. El día que halle de nuevo esa energía que me mueva como lo hacia antes, me tendréis por aquí una vez más, porque lo que tengo claro es que jamás resisteré la tentación de superarme. Hasta entonces...


Un fuerte abrazo colombófilo a todos.


Pabs.