Otro tipo de decisiones, en las que sí tenemos algo que decir, se van gestando con el tiempo, horneadas a fuego lento. Ese tipo de decisiones que sí nos pertenecen.
Van transcurriendo los años y una mañana te das cuenta que ya no llevas en esto de la colombofilia dos días. La colombofilia salpicó mi vida hace ya mucho tiempo. Y sigue conmigo...
Ser colombófilo, en cierto modo, es como aquel que cayó en un eterno bucle del que es pegajoso salirse. Cada año, lo quieras o no, acabas dando vida a nuevos gladiadores. Y vuelta a empezar.
Todo comienza cuando, en un ejercicio de voluntad, decides que ese año no adquirirás anillas. Un mes más tarde reflexionas y te das cuenta que hay palomas a las que no les quedan muchos años de vida útil en la reproducción y que hay que aprovechar ese tesoro que algunos de sus descendientes sin duda llevaran en su interior. A partir de ahí la cosa ya no hay quien la pare...pero no, sí hay un nuevo horizonte. Existe.
En realidad está en nuestras manos. Cambiar es posible. El número de animales es una variable de suma importancia, además en todos los sentidos. Estos últimos dos años son muchas palomas de las que tenido que despedirme (todas con final feliz).
El equilibrio colombófilo debería ser innegociable. Y cuando sigilosamente vamos perdiendo la perspectiva del tiempo acabamos por olvidar qué nos hizo tan grandes.
Todo colombófilo tiene a lo largo de su trayectoria al menos uno o dos momentos de locura. Yo los tuve estos dos últimos, criando más de lo que necesitaba. Esto genera un sin fin de problemas y aporta muy poco en el resultado final. Me atrevería a aseverar que es hasta dañino. Sin duda lo es. Seamos sinceros, ¿Quien no ha padecido un episodio de gula colombófila?
De la cantidad sale la calidad. Esto es un hecho irrefutable. No es lo mismo ni se parece comenzar con 40 que hacerlo con 140, pero tampoco son lo mismo 40 pichones con los que comenzamos la temporada pero que vienen cribados de 140, que comenzar con 40 de 60 inicialmente criados. Es una forma de expresarme para que entendáis por donde voy.
La selección jamás desaparecerá de mi diccionario, y no lo hará porque es una de las variables que me ha hecho fuerte, pero en un palomar donde caben 40 alojar 20 suponen dos pasos hacia adelante en lugar de uno. En general hacemos todo lo contrario.
Durante muchos años tuve las 12 parejas de rigor. Luego bebí de las aguas del éxito, y lo quiera o no, acabé emborrachado de gloria. Aquella paloma que es el elixir del gran fondo debe ser perpetuado. Y comienzan los problemas. Te vas dejando hijos en la reproducción que en muchos caso ni llegas a utilizar, y cuando quieres reaccionar tienes un serio problema. Un caso agudo de Gula colombófila.
En los últimos dos meses me he despedido de muy buenas palomas, muchas de ellas injustamente tratadas, porque había que ponderar de quien había que criar más y de quien menos. Algunas se hicieron mayores con menos de 4 y 5 pichones criados en 6 o 7 años. No, no podía ser.
Por otra parte en este negocio uno debe adaptarse a todos los movimientos. Y yo me muevo con la cesta. Mis palomas están sufriendo una evolución. Cada vez son menos lustrosas, cada vez menos azules, cada vez menos bonitas. Hay una dictadura de rodados como si de una plaga se tratara que está poniendo en jaque al reinado de azules y mosqueados que durante tantos años dominaron en casa. Curiosamente la mejor paloma este año en mi palomar fue ASOMBROSA, una preciosa mosqueada, 3º AS paloma social Absoluto (de toda la isla). Por cierto la 2º AS paloma social Absoluto fue OLAF (de toda la isla), rodado para más señas, y en cambio la 2º AS paloma social Velocidad, que también es mía, es azul. Todavía hay partido.
Dicho lo cual, estalla en ese instante una gran guerra interior. La brújula de la cesta, el todo poderoso oráculo colombófilo te indica por donde seguir. La belleza e historial de las palomas te hace dudar. ¿Poner en duda al oráculo?. No, perdería mi fe en él. Finalmente le hago caso y claudico. Los keniatas triunfan y se hacen con el territorio. Y en ese juego andamos. En realidad unos y otros son lo mismo, la misma familia, mismo origen, sólo que en una evolución más maratoniana con lo que ello conlleva. Menos Ases palomas, y más corredores de largas distancias. Ese sería el resumen.
Desde mis inicios, me caracterice por ser un asesino a sueldo de las cestas. Ello me reportó un harén de extraordinarias palomas cinceladas en un marco de gran dificultad. Palomas capaces de repetir su hazaña en sueltas de menos del 15% de llegadas. Donde no hubiera la tentación de afirmar que aquello había sido una casualidad. Animales capaces de pernoctar en su particular fonda, la cesta, hasta 20 y 30 veces en una sola temporada. De atravesar tres canales de mar. De hacerlo en invierno, donde es más complicado ponerlas en forma, y todo ello en bando minúsculos, donde saber volar sólo supone la diferencia entre la vida y la muerte.
Cinco generaciones voladas de gran fondo en esas condiciones, y como me gusta a mi, rapidito. Nada de esperar una vida para obtener esos resultados.
Llegados a este punto la colombofilia seguirá conmigo pero definitivamente de una forma más sosegada. Sin ahogos. Si alguien no debería situarse en modo granja soy yo, si alguien ha demostrado poseer hábiles manos para conducir a una colonia de palomas a todo tipo de éxitos no necesita bajar al barro y transformar un estupendo palomar en una granja. Ello exige esfuerzos, y en eso estamos.
Necesitaba una pequeña revolución; Y cada día que me desprendo de una paloma, tras ese pequeño luto, que yo al menos sí sufro, me siento un poco más aliviado.
Si algo realmente me impresiono en mi viaje a la cuna de la colombofilia fue precismente eso. La relación entre metros cúbicos y palomas alojadas en ellos. Es también cierto que las pérdidas allí no son las de aquí, pero si en esta época, la actual, donde sin duda las pérdidas no son las de hace 10 años, no podemos volar menos palomas, entonces tenemos un grave problema de gula colombófila.
Pabs.