Cada día que transcurre, el tiempo se va vistiendo lentamente con su traje de temporada. Sus mejores galas para lo que aún está por llegar. Uno, recién desperezado, se arrima a la lumbre desde muy temprano. La chisporreante chimenea es un lujo en estas frías mañanas de Otoño.
Me comentaba un vecino hace unos días, que para él, la chimenea es sin duda el televisor del campo. ¡Que razón tiene!.
Podríamos afirmar que esos hornos que nos dan vida, están pasados de moda en un mundo donde impera la tecnología, pero indudablemente tienen algo difícil de expresar con palabras. Desprenden magia.
La colombófila, muy en la línea con las chimeneas, es un deporte, sólo un deporte, pero lo tiene todo. Es una gran desconocida para la mayoría, y muy probablemente abocada a una pronta desaparición. Ayer me comentaba un amigo canario que las cosas están muy mal por allí. Mucho colombófilo aparcando en un improvisado parking habilitado al efecto, en el que a su entrada puede leerse: Ex-colombófilos.
Muchas de las razones de tal ostracismo, nada tienen que ver con las pésimas gestiones de nuestros representantes. No obstante, tengo la vaga sensación, de que generalmente llegan al poder los más incapaces, o los que más ansias de calentar el sillón tienen. Y los pocos capaces y con ganas de cambiar esto, arrastran demasiados grilletes como para modificar nada. Seguramente es sólo una sensación, pues es muy fácil afirmar eso desde el sillón de mi casa. Sólo es una sensación, tan sólo eso.
Las tinieblas que envuelven nuestro deporte, tienen que ver más con la realidad social reinante. Por eso es tan importante conservar a los que ya están. Centrar nuestros esfuerzos en ellos. Esas deberían ser las medidas de fuerza en un último desesperado intento por salvar a una especie de tanto valor, en claro peligro de extinción. La realidad es bien diferente. Yo mismo la he vivido en mis carnes. Sería de agradecer no dejarnos manosear tanto.
Llegará un día en el que por fin nos daremos cuenta que una baja más es una irreparable pérdida. Un sólo colombófilo menos es un drama que demuestra que nos estamos muriendo. Jamás me alegraré por ello.
Hoy os dejo dos "perlitas". Un censo de Baleares de 1978. En él, 25.919 palomas con una increíble cifra de 534 socios. Hoy en día, anillamos más que nunca, entre 36.000 y 37.000 pichones. Uno podría pensar que nuestra colombófila goza de una enorme salud con los tiempos que corren. Nada más lejos de la realidad. Con gran esfuerzo llegamos a los 200 socios en toda Baleares (Llegamos a ser más de 600). Demuestra que somos muchos menos y más granjeros. Clubs emblemáticos como el de Ciudadela, con 36 socios en aquella década, hoy a duras penas sobreviven con 10, y por lo visto con derecho de admisión. Así nos va. Un día os hablaré del presidente de ese club. Hay mucha tela que cortar. No, no me callaré.
Clubs en las Islas Canarias, donde era sumamente sencillo reunir a 100 socios (¡que maravilla!), hoy, la mayoría de ellos se mueve entre los 20 y 30. Hay excepciones, pero son eso, excepciones.
Para acabar, os dejo un artículo de ese mismo año, donde se expone algo con lo que no puedo estar más de acuerdo. Cuando voy a mi club a enjaular, lo hago con sigilo. Sólo me interesa enjaularlas. Los hay que las sacan de las jaulas, e incluso los hay osados, que te piden consejo para designarlas. Manoseo por aquí, por allá. No me gusta que manoseen mis palomas bajo ningún concepto en momentos determinados. El enjaule es un ritual, horas delicadas para ellas, prefiero evitarles eso.
PabS.
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