La colombófila es un auténtico oasis de emociones. Una afición que nos sustenta en el día a día. Algo que llevamos tan dentro, que se nos hace difícil imaginar la vida sin ella. Un entretenimiento por el que algunos se convierten en auténticos burros, si no lo eran ya antes, y donde otros, dejamos de ver el mundo como algún día fue. Sí, algo muy especial tiene esto que se convierte en una forma de vida para todos los que la sentimos de una forma muy especial.
¿Quien no ha llorado alguna vez por una paloma?, ¿quien no se ha enfadado o frustrado en muchas más ocasiones de las que nos hubiera gustado desear?. La colombófila debería ser un nexo de unión entre colombófilos. Nuestro deporte lo tiene todo. Pasión, alegría, tristeza, ilusión, etc...
La de hoy, es una anécdota que nos acerca Orestes Cendrero, donde resume lo que yo he visto en los ojos de algunos compañeros de viaje que ya no podían disfrutar de la "carretera" como tantas y tantas veces hicieron en el pasado.
Hay que valorar lo que tenemos cuando está en nuestras manos su disfrute. El tiempo ya se encargará de poner las cosas en su lugar.
PabS.
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