jueves, 20 de julio de 2017

Las palomas de la posgerra.

Desde mis imberbes comienzos, siempre tuve un punto romántico con el mundo de la paloma, y todo aquello que de alguna forma iba perdiéndose con el devenir de los años. Es algún tipo de desviación /comportamiento que he podido observar en muchos de nosotros. Perpetuar una línea de palomas, que otros llevan décadas trabajando, suele ser un gran anzuelo de motivación. Una obsesión, con claros y oscuros, para que toda esa labor no se extravíe definitivamente.
En mis palomas hay una indudable base en aquellas palomas (seguramente mal llamadas) Bricoux-Sion que en los años setenta (70) circulaban por estos lares. 
Como en mil situaciones que te plantea la vida, hubo un momento en el que tuve que decidir. Sobre el tapete había dos opciones muy definidas. Perpetuar ese maravilloso acervo y sumergirme de lleno en mantener una serie de características, o con esa base construir mejores palomas y moverme en el momento que me había tocado vivir. Me decanté por lo segundo, pues mi faceta de seleccionador sobrevuela cada uno de mis movimientos y prevalece por encima de  cualquier otra cuestión. No cultivo "nombres", construyo palomas. Mi trabajo no lleva los apellidos de nadie porque sería injusto conmigo mismo y mentiroso con la verdad. Los grandes fue precisamente lo que hicieron. No conservaron nada, sólo lo que mejor funcionaba que es a la postre lo que nos hará seguir evolucionando.
En mi palomar sigue habiéndo cruces en gran pureza de ese punto de partida, que suelen ser esas palomas mosqueadas (también azules) que observáis a menudo en el blog, pero siempre pesó más la faceta deportiva que la romántica.









Las "líneas viejas", lo antiguo, esas fotos color sepia, instantáneas de entregas de premios con sus protagonistas "uniformados" con sus mejores galas, traje y corbata de la época. Impensable en la actualidad. No sé a vosotros, pero a mi me emana a un maravilloso viaje en el tiempo.
Fijaos en la fotografía que encabeza este artículo. La esposa de Alois Sitichelbaut y Miguel Descamps-Vam Hasten frente a la puerta del sótano dónde fueron  escondidas las palomas durante la guerra de 1940-1944. La historia esconde increíbles historias.
Os dejo con un enorme trabajo de Mariano Torres que nos habla de las mayúsculas dificultades que en aquella horrible segunda guerra mundial y sus años de posguerra,  aquellos enamorados de las palomas de carreras padecieron, pero cuya obstinación, trabajo  y perseverancia fueron cruciales para poder hoy disfrutar de estos maravillosos animales.







Pabs.