viernes, 1 de septiembre de 2017

La última carta.


 
  
  La vida sigue igual. Un año más, como cada verano, las “gemelas”, dos preciosas higueras que adornan la parte trasera de mi casa, anuncian un próximo cambio de estación. Son las primeras en susurrártelo.
Por mi parte, hoy estreno nuevas “zarpas”. Un mes de inactividad blogguera da para mucho. Probablemente en nuestro calendario colombófilo, el mes de Agosto no sea de los subrayados como importante. Todos lo son, pero ya me entendéis. Mes propicio para otras cosas. 
 No obstante, los últimos coletazos del verano evocan a época de chubascos. Esas repentinas bajadas de temperatura desprenden aroma a colombofília. De alguna inexplicable forma, huele a final de estación y a comienzo de semanas de plumas. Para ellas, con su obligada muda, y para nosotros, con nuevos bríos. 
  
   Desde hace unos días, arrastro una infección de oído de dos pares de narices. Resulta acojonante intentar sobrevivir a una extraña sensación que no te permite poder oír ni escuchar nada de lo que sucede a tu alrededor.  ¡Desagradablemente incómodo!.
Me cuesta horrores asimilar como todavía hoy, existen colombófilos que padecen este mal de forma crónica, sin juego de bacterias alguno de por medio. Sordera a pelo podríamos fácilmente bautizarla. Gente que se transforma con los años. No querer, no saber escuchar es un mal endémico en muchas sociedades. La colombófila no sólo no es una excepción, sino que se jacta de todo lo contrario. Lo bordamos. 
 Podría comenzar con nuestra Federación Nacional (sin comentarios), y acabar con situaciones de auténtico esperpento en algunos rincones de nuestra geografía, pero siempre nos quedará aquello de que cada uno haga lo que le de la gana y que disfrute como pueda, aunque ese primitivo comodín debería ser la última carta, ¿no os parece?. 

En fin, no arreglaremos ni al mundo, ni a una ya raquítica colombofília con escasa esperanza de vida. Resignarse no debería ser una opción, pero existen personas con un marcado perfil oscuro. Gente que vive obsesionada con llegar al poder, sea lo que sea eso, y signifique lo que signifique. Caiga quien caiga. Allí arriba, sólo deberían llegar los capaces, los que con sus actos, ayuden a construir una colombófila más fuerte.  
No todo son malas noticias. Conozco un puñado de personas con unas enormes ganas de trabajar por un futuro mejor, pero, como en cualquier organización, las piedras que el camino va dejando son numerosas. He dejado un par de suelas caminando por esos senderos. Y todo tiene un límite, su límite.
Ejemplifico estos párrafos en un amigo mallorquín, David Fernández. Un tipo de los que no abundan. De los que trabaja por y para la colombófila (no para él mismo, sino con ojos para los demás).  Y lo hace en su Club, en su Grupo y en su Federación. Necesitamos tres o cuatro David. No, no abundan. Aquellas regiones que tienen tan sólo uno son afortunadas. En Mallorca, en Baleares, necesitamos unos cuantos como él. Alguno más hay. 
 Hace unos días David, positivo por naturaleza, presentó su dimisión del Grupo Mallorca. A pesar de su tesón, energía y capacidad, los de siempre, los que no quieren que nada cambie, porque a ellos ya les va bien que todo siga igual, han logrado agotar (abrir los ojos) a alguien que yo ya querría en mi equipo. En fin, supongo que, una vez más,  es lo que la sociedad mallorquina quiere, aunque cada vez estoy más convencido de que es todo lo contrario. El problema reside en la rigidez de las normas y en estúpidas tradiciones del pasado.

Último inciso político. Prometo escribir sólo de colombófila a partir de mañana. Hasta que las fuerzas me acompañen, claro está.
Curioso el sistema mallorquín, reforzando la idea de que la democracia es ante todo: Limpia y transparente. 
Como si de tiempos medievales se tratara, unos proponen, pero a la hora de su cristalización en forma de voto, sólo los presidentes de los clubs tienen sufragio. No entrando en que esa no sería mi opción, puedo y no me queda más que respetarlo, pero me resulta inconcebible que voten los presidentes de todos los clubs de Mallorca haciéndolo como depositarios de lo votado por todos los integrantes de sus clubs (ojito) sin luz ni taquígrafos. El problema es que o no hay acta, o ésta no se conoce, o no está al alcance de todos, por lo que el presidente de turno, puede modificar a su antojo el signo del voto de su club, sin que sus compañeros tengan conocimiento de ello. Me consta que esto viene sucediendo desde hace tiempo. ¿Es posible, que hoy, ya entrados en el año 2017, no se puedan realizar todas estas gestiones a la luz del día?. Amigos, seguimos en las tinieblas.




PabS.