viernes, 1 de septiembre de 2017

Los hermanos Janssen.



   Reconozco que corre por mis venas una pizca de romanticismo, de admiración por lo antiguo, por las artes de otros tiempos donde el aroma a madera o aquello hecho con las manos nos descubre que el secreto del éxito con los medios que se tenían en épocas pasadas era posible.
 Todo tiene su momento y nada sucede por casualidad. Que los hermanos Janssen hayan pasado a los anales de la colombófila es un hecho sin discusión.
 No conozco su historia en profundidad, al menos no como debería, por lo que no me meteré en ningún charco. 
Existen muchas formas de trascender más allá del presente. Una de ellas es con resultados   sólo al alcance de los inmortales. El otro (paradójicamente con mayor peso si cabe), es que tus animales funcionen allá donde fueren casi mejor que en tu propia casa. Creo que esto tuvo una importancia decisiva en el devenir de los acontecimientos con los famosos hermanos. Indudablemente sucedió por algo.



Nunca tuve anhelo ni obsesión por poseer un Janssen, de hecho no lo he tenido nunca. Quizá sea por mi amor por el fondo, quizá por donde me toco volar. Tampoco sé si en realidad existen todavía. Procuro no dejarme contagiar por el pegajoso  marketing. 
En una ocasión, conocí a un chaval que trataba de establecerse en Bélgica, y visitaba a colombófilos del país los fines de semana. Me contó que los Janssen de Andre Roodhooft eran palomas enormes. Gesticulaba con las manos, haciendo referencia a su gran tamaño. Precio por pichón (de los buenos según él y hace 10 años) 3.000euros. ¿Todos los que tienen Janssen en España se han gastado esa suma por pichón? O compraron de otras parejas, o estaban diluidos. Ni idea. 
Mi traje está repleto de rotos y descosidos porque tengo la seguridad de aquél que sabe y conoce de qué va todo esto, y es por ello que me atrevo a contarlo.
Lo que voy a afirmar a continuación vale para los hermanos Janssen y es igualmente aplicable a cualquier estrella del firmamento colombófilo pasada y presente. 
Tengo un Janssen afirma orgulloso un aficionado. ¿De qué pareja?, me pregunto rápidamente. Somos tremendamente generalistas. Poseer un Janssen no lleva aparejado que sea de la mejor pareja. En los tiempos que corren, en los que adivinamos cuadros reproductores mayúsculos en cantidad, donde en muchos casos, existen departamentos enteros que son verdaderos bancos de prueba, adquirir una paloma en esos “laboratorios” certifica sin duda el apellido del vendedor, pero poco más. No asegura si ese pichón es de sus dos o tres parejas TOP. Salvo que te hayas rascado el bolsillo claro está. Aunque eso sí, lo que le importa al comprador se da por sentado. El animal que te llevas en una jaula de aluminio, ya despidiéndote desde la puerta de la casa del colombófilo de turno, lleva su apellido.Menos mal.
¿Qué quiero decir con todo esto?. Me es indiferente de qué palomar estemos hablando. El asado se cocina siempre en dos, tres, cuatro parejas. Él, extraordinario colombófilo, sabe que la colombófila es constante evolución. Hoy es tu mejor pareja, dentro de 4 años, quizá no, pero es plenamente consciente que hay animales “clave” en su palomar, de los que difícilmente se desprenderá. No lo hará incluso de un insípido huevo, que ya es decir. No lo hará sin duda porque las cartas están marcadas de antemano.

Criamos 100 pichones cada primavera/verano, y con suerte, algunas, menos de 10 pueden llegar a alcanzar el calificativo de palomas o de buenas palomas, y entre ellas, a buen seguro hay hermanos o primos. Nuestro amigo colombófilo, despierto por naturaleza, lo sabe., y actúa en consecuencia. También es cierto que la liebre puede saltar en cualquier momento cuando hablamos de un colombófilo propietario de una línea de palomas de reputado éxito. La suerte tiene que estar a tu lado, pero hay puertas que abren tesoros y otras que son verdaderos callejones sin salida, siendo todos esos portones, parejas del mismo colombofilo.

En el norte, cuando se compran entre ellos, saben de qué pareja quieren adquirir el pichón(vaya si lo saben). Aquí en España tanto en compras nacionales o internacionales parece que nos da igual. Este sutil detalle se me antoja decisivo. Denota información, interés y sobre todo, conocimiento de cómo funciona este negocio.

Siempre cuento la anécdota en mi visita a Bélgica. Nos despedimos de Thoné hasta la tarde. Íbamos a visitar a otro colombófilo. El mismísimo Thoné, me dio un papelito con unos números de anilla escritos en ella. Si había descendencia directa de esos números de anilla él los quería. Pero lo hacía a través de nosotros. Al colombófilo que visitamos era uno muy bueno, y sus resultados estaban apoyados en aquellos números de anilla. Y Troné lo sabía. Al llegar, no había nada disponible de los deseados. Un amigo que me acompañaba compró lo que le ofreció, que no era lo que estaba marcando la diferencia. El final ya os lo imagináis.
En realidad todo esto sucede en el palomar de Thoné, de los Janssen, y de cualquiera de nosotros.

Os dejo con un artículo de 1987 de la revista de la Federación española, traducción de un reportaje en la revista Pigeon Rit.   







PabS.