jueves, 16 de noviembre de 2017

Cuidemos a nuestras palomas, pero NO tanto como si fuesen nuestros hijos.


 
  A diferencia del texto de hoy, yo no iría tan lejos. Entiendo la idea,  pero cuidar a las palomas como si fueran nuestros hijos, es un planteamiento un tanto atrevido. No, no hace falta llegar a esos extremos para que nos vaya bonito. Uno, cuando visita a un compañero, lo primero que hace es observar y analizar sus instalaciones. A algunos, en las visitas entre colombófilos, les sucede como con las palomas en la mano, se dejan llevar por lo que ven. Una gran paloma o un óptimo palomar, no tienen nada que ver con lo que ven nuestros ojos, y sí está más relacionado con el sentido común y la lógica, y con aspectos que uno debería conocer.
  La mayoría de los palomares, son deficitarios en cuanto a la construcción, ventilación, etc...y generalmente, el propietario pasa de puntillas sobre esos detalles, y desde luego, casi todos, incluso  aquellas instalaciones probadas con éxito, son susceptibles de ser mejoradas. Nos sucede con nuestra propia casa, ¿cómo no debería pasar con nuestro palomar?.
 Si el entorno es malo, mediocre, con nocivas corrientes de aire, en definitiva, incómodo para nuestros pájaros, estamos perdidos. La base estará mal construida y marcará nuestros siguientes pasos. 
Al mismo tiempo, un palomar puede reunir muchas virtudes y ser perfecto para 50 animales, pero nosotros alojar en él 100, y transformar unas buenas instalaciones en unas malas. Y esa es la razón por la que el colombófilo es una variable de suma importancia ene este juego. Él toma las decisiones. Él es el jefe.
Dicho esto, siempre se pueden puntualizar las cosas. Conozco algún colombófilo en la isla que cuando comenzó, hizo un buen palomar, se asesoró bien, metió en él buenas palomas de "verdad", y a pesar de que sus manos no están hechas para esto, las palomas le han dado alegrías. Eso también demuestra que a pesar de la importancia del colombófilo, un buen palomar y unas buenas palomas pueden maquillar muchas cosas. Como siempre, el que reúna las tres patas reirá más que llorará. Es una cuestión de equilibrio. 



PabS.

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