domingo, 11 de febrero de 2018

Mi historia. (Decimotercera parte). Nuevo rumbo: Marbella.




El año 2015 había sido un buen regreso. Mi forma de proceder  no recordaba a cómo solía hacerlo, porque desde el principio, tuve en cuenta que debía iniciar un nuevo ciclo de yearlings, adultas, etc...todo ello de vital importancia a la hora de competir. Disponer de un buen equipo de adultas para el año próximo, volver a comenzar en definitiva, y todo ello exigía ciertos sacrificios.

El hecho de comenzar la primera mitad del 2015 a un ritmo tan alto,  tuvo incidencia en el número final de adultos que quedaron. Quedó un grupo muy seleccionado para poder afrontar un buen 2016.

Echando hoy la mirada hacia atrás, los problemas de verdad, comenzaron a partir de entonces. Todo aquel esfuerzo por equilibrar y formar un nuevo equipo, con jóvenes y adultas, en el 2015 no había servido de nada. ¿Por qué? Enseguida lo comprobaréis. 

En primer lugar, las temporadas ya eran algo imprevisibles. Imposible saber qué suelta sería la próxima. Aquello había degenerado de una forma flagrante. Como cuando uno no ha tenido dinero nunca y súbitamente dispone de él, pero no tiene ni puñetera idea de cómo gestionarlo. Sólo Pedro sabía que haríamos a continuación. Una cosa era ser consciente de las grandes dificultades que tiene volar en la isla, por el transporte, la climatología, el mar, las noches de cesta,  y demás; y otra, bien diferente, que una competición quedara adulterada de aquella forma tan dramática.

Todo ello me condujo a tomar una decisión aquel verano. No competiría más. Sólo prepararía las palomas para un nuevo y mayúsculo reto. Marbella, casi 900 km.
 Aquello implicaba ciertos cambios. Dentro de mi línea de palomas, debía buscar aquellos ejemplares que me pudieran dar lo que buscaba. Los que no, aunque magníficas palomas, de esas que te dan campeonatos, pero quizás no, lo que yo buscaba en ese nuevo escalón tan específico, fueron vendidas poco a poco.

Esas palomas que podía repetir cada semana, que optaban a AS paloma, que podían perfectamente comerse 20 ó 25 noches de cesta en una temporada, ya no eran mi prioridad.

Hasta ese 2015, Pedro y yo escuchábamos la misma canción, misma frecuencia, pero nuestros caminos comenzaron a separarse, de una forma progresiva. Quizá, él había vivido toda su vida colombófila entre tinieblas. Recordad como funcionaba aquí la colombofília. Supongo que estaba convencido de que habíamos descubierto la piedra filosofal. Tengo emails de Pedro anteriores al 2008 donde me manifestaba su tristeza por la colombófila menorquina actual, y una profunda desesperación por no poder desarrollar su afición.
Eso cambió, llegó, todos aportamos nuestra cuota, pero esa nueva colombofília no la provoco un club entero y sí, una serie de personas.
El nuevo mundo era sin duda, otra cosa. Su fragancia desprendía optimismo. La diferencia era notable. Ahora ya regresaban palomas a Menorca. Había cierta lógica y cierta recompensa en el esfuerzo que supone dedicarse a esto. Y debíamos estar muy satisfechos por todo ello.

Fundamentalmente, yo era de la opinión que habíamos cambiado la colombófila de la isla, pero esa obsesión que para él se había convertido la búsqueda del viento a favor, no nos beneficiaba. Ya no. Su obsesión comenzó a ser enfermiza. 
Los edificios se construyen desde abajo, pero subiendo hileras. Esa es y sigue siendo, en la actualidad, mi opinión. 

¿Ayudar a las palomas?. Sí, naturalmente que sí. ¿Engañarnos, y depender del viento a favor?. No, y mil veces no.
 Hay una serie de vientos que en Menorca son fatídicos. Las sueltas se convierten en un calvario. Como buenos "marineros" debemos ser conscientes de ello, pero lo que no se podía ser,  era convertir aquello en un camarote de los hermanos Marx.

Hubo un tiempo en el que sí debimos buscar ese viento porque lo necesitábamos, después terminó por  convertirse en dañino.
Las palomas comenzaron a entrar siempre por la misma zona de la isla porque los días de suelta eran todos "gemelos". Se tuvo hasta que cambiar el sistema de clasificación, buscando la seguridad pura y dura, porque había zonas enormemente beneficiadas. Todo ello sumado a que el calendario estaba sólo en la cabeza de Pedro me hizo cambiar mi rumbo.

En el fondo entendía a Pedro, y a aquellos que toda la vida habían vivido una colombófila terrible, pero lo que estaba sucediendo en la isla no era colombófila, era otra cosa. Me aburría, pero también me indignaba. Había sido la antorcha para cambiar aquello, pero el presente, y peor aún, el futuro, no me gustaba.

En esas estábamos, y comenzó el 2016. Para mas inri, Pedro cada vez adelantaba más y más el  inicio de temporada, como si de forma cirujana tuviera estudiado hasta donde lo fijaría en el futuro. En lo personal, aquello me perjudicaba enormemente. Tuve que pasar de hacer Mallorcas a pelo de mediados de Enero, a verme obligado a soltar el 15 de Noviembre, un mes terrible en la isla por diferentes razones. No sé, ¿que puedo decir?  De esas situaciones en las que te van arrinconando, en las que te sientes que te obligan sin necesidad, pero sé y conozco el porqué . Él también lo sabe. 
Como cuando montaron un Ibiza oficial en Noviembre del 2008, cuando en realidad por aquella época los Ibizas debían dar comienzo en Marzo del 2009, todo ello para obligarme a hacer la "tardor". Historias para no dormir.

  Tanto en el 2015 como siguientes, me incorporé en el cuarto (4) o quinto (5) Inca, con lo que ello suponía. Estamos hablando ya del mes de Enero,  teniendo ya al equipo mudado o con la muda parada.
Hasta esas fechas, me había manejado siempre en el mismo número de palomas, que rondaban las 100. Las temporadas 2016 y 2017, fueron diferentes. Hice lo que a muchos de nosotros nos sucede en alguna ocasión en la vida. Perder la cabeza, jajaja. Volé más de lo que debía, pero había una razón oculta tras ello, y que he adelantado un poco más arriba. El nuevo reto me exigía buscar los ejemplares sobre los que desarrollar mi nueva colombofília, y no todo me valía. Esa nueva forma de proceder, no fue una decisión muy acertada.

Regresemos al Mallorca a pelo. Solté muy cerca de Alaró en la falda de la preciosa Sierra de Tramontana, que ya de por sí, quizá fue el primero error, pero nunca me obsesionó el tema halcón, y menos soltando de una en una.
 El segundo, y éste sí, fatal error, obligado por las circunstancias, fue hacer esta prueba durante el mes de Noviembre. Recuerdo que me lleve unos 50/55 pichones, los números me bailan un poco en mi cabeza, y como siempre, sólo, los que por muda podían ir. Los solté de uno en uno. Y al finalizar la jornada en casa sólo había 4. Fueron llegando los días siguientes, no recuerdo con exactitud, pero creo que la cosa quedó en 13, tres días después. 
  Una buena "leche" en toda regla. Esa fue la diferencia de hacer las cosas cuando uno está convencido de hacerlo, a cuando te ves obligado a ello. Por cierto en el palomar, todavía hay varias de aquellas palomas que regresaron. Las supervivientes fueron muy sólidas en el futuro. Eso no cambia. 


(Seguimos esta noche...)


PabS.

No hay comentarios:

Publicar un comentario