viernes, 2 de marzo de 2018

Colombófilo por un día.




  Por lo general el mes de Febrero es el menos prolífico del año en cuanto a artículos se refiere. Durante este tiempo, se abre una ventana, que dura unas semanas y que resulta absolutamente determinante en el devenir de la temporada de plumas.
Y este año, no es diferente, aunque en realidad, algo sí, para que negarlo. Acudir a menos sueltas te exige menos.
 Han sido unos meses en los que me ha sucedido de todo. Desde palpar en mis propias carnes lo que es el famoso adenovirus, mi historia, situaciones esperpénticas y un larguísimo etc. Tras todo esto, y a pesar de ello, lo volví a hacer. Las palomas están en un estado ascendente, de los que uno gusta disfrutar cada segundo que dura. Verlas volar, tocarlas en estos momentos, es magia para mis sentidos.

  Aunque no todo es lo que parece, o sí. Sin ir más lejos,  en el  enjaule de mi primer Formentera, tuve la oportunidad de tocar algunas palomas de varios compañeros, y en ese estéril manoseo, uno detecta grandes diferencias entre la preparación de unos y otros. Hasta aquí todo normal. Pero no es nada difícil engañar a la mano. Hay palomas que presentan un gran aspecto pero es irreal, otras en cambio su aspecto la delata, está que se sale, pero en cambio no fue iluminada por la varita que bendice a las palomas extraordinarias. Sólo el  avezado colombófilo y por lo general, sólo en su casa,  posee una medida aproximada de donde se encuentra él y sus pupilas.

Hace dos semanas solté desde Consell (unos 130km) 104 palomas, en grupos de 15/20 palomas. Menos un ramillete de unas 30, el resto, ya había estado allí hacía un mes. El virus lo paró todo, hasta el punto,  que si éste se hubiera declarado tres o cuatro días antes, no habría volado este año, por razones de tipo burocrático. Quedaba la duda, razonable,  de si habría palomas "tocadas". La sensación era que muy muy pocas, pero las había, aunque me preocupaba más si cabe, las que no daban ninguna señal negativa.  De 104, al final del día pude contar 94. Vacié el palomar, todas tomaron parte.

La semana pasada, tras descartes de palomas heridas de halcón, plumas, etc, volví a la carga con 90 palomas. 27 de ellas repetirían Consell (Mallorca), el resto, hasta un total de 63 irían por primera vez a Formentera (273km).
La suelta de Consell se alargó casi dos horas. Llego el bando sin deshacerse. Buen test.

En la suelta de Formentera, tenía claro que las iba a pasar "canutas", pero no por la distancia. En primer lugar, porque las palomas este año no van afiladas como años anteriores. Las adultas iban tan sólo con el Consell de la semana anterior, y el resto de yearlings llevaban dos Consells. Por lo general antes de pasar por Ibiza, suelo darles 3 ó 4 Incas, algunas reciben más.

Por otra parte soy de los que no enseña a las palomas a beber, porque no creo en esas cosas. Son animales tremendamente inteligentes, y en ese proceso suelen graduarse en las noches de cesta de Inca. El problema este año es que a Consell me voy con mis cestas y las palomas llegan por la noche, y son liberadas por la mañana sin beber. Este año no lo puedo hacer de otro modo. Así, con este panorama, el proceso de aprendizaje tiene lugar en Formentera. Tengo y tenía muy presente este dato. El año que viene es algo a corregir , dada la nueva situación.

Todo esto es lo que menos me preocupaba. Si os soy sincero, el arrastre es el mayor enemigo al que me enfrento. Durante años pasé horas y horas charlando con mi amigo Sergio Capín Barreda (Asturias) sobre este aspecto. Algo en lo que yo pasaba de refilón. No lo había vivido nunca, y para seros sincero, no lo contemplaba. Con él, tratando de entender su colombófila y sus dificultades, vive aislado en el Oriente Asturiano,  fui tomando una medida exacta de su dificultad y de este fenómeno que yo no he vivido porque en una suelta todas las palomas se dirigen al mismo lugar, Menorca. 
 Cuando en una carrera,  las palomas llegaban a Gijón, o al centro de Asturias, las suyas, ridículas en número, tenían que batirse el cobre hasta llegar a su casa, y las velocidades se transformaban en auténticos fondos. Aquello, a mi me sorprendía. Me gusta empaparme de otras colombofílias, con ello, relleno huecos, que a buen seguro me habían pasado inadvertidos. Resulta fundamental para la comprensión del juego.

Si algún mallorquín no se ha hecho todavía a la idea. Imaginaos volar con los ibicencos, soltar con ellos, y que cuando tus palomas, una inmensa minoría, tenga que separarse de un bando, que se va esparciendo por  las pitiusas,  en el caso de no haber acabado en algún palomar, tengan que afrontar el último salto, absolutamente solas. En mi opinión, esto supone un salto de dificultad añadido. Y ya son muchos. Necesito, sin duda, mejorar el nivel de selección de mis palomas. Ese fue siempre mi objetivo.




Y llego el momento. Mis ojos, y los de mi dulce princesa, estaban preparados para la llegada de alguna paloma. Y así fue como sucedió. Sobre las tres horas y siete minutos "cayeron" del cielo, 5 palomas. Muy pocas pensé. Hacia dos horas que mis compañeros de club habían "cantado" paloma. En otras circunstancias, el tiempo de llegada no era malo. Lo que sucedió después, sí. Fue un goteo constante todo el día. Palomas volando, 6, 7 y 8 horas para un velocidad. En este tipo de carreras, las palomas, aprenden latín, pero su contador emocional comienza también su particular cuenta atrás.

Normalmente los Ibizas para mi son preparatorios. Suelo obtener un 70% de recepción  de media, pero las palomas en su mayoría vuelan entre 3 y 4 horas, 5 a lo sumo. Esta vez, no fue así. La inmensa mayoría, voló, y voló mucho.

Con los últimos rayos de sol del día, fui arreglando mi particular batalla, finalizando  con un 42 de 63. Las buenas noticias es que las palomas recuperaron muy bien. Magnífica señal. 
Al día siguiente, el panorama se presentaba negro, muy negro. Todo el día viento en contra fuerte. De hecho, testeé una bolla que te da información en tiempo real, y la media todo el día fue de algo más de 8 metros por segundo, unos 30 kmh. Hasta casi el medio día no apareció la primera. De hecho, fueron dos juntas. Y aquello se convirtió en un goteo. Llegaron 8 en total. Me sorprendieron gratamente.



 Acabé la suelta  con un más que lustroso 50 de 63. La última llegó de noche, sobre la bocina, una hembra que el año anterior había volado Marbella.

Mi resumen. Las palomas iban cortas de sueltas, pero suficientes para el reto. Su preparación, sobre los parámetros habituales. Estaban muy bien. No me puedo imaginar volarlas en una suelta de estas características sin una preparación adecuada.
Volví a sentirme colombófilo, y que más puedo añadir, veo a las palomas en muy buenas condiciones.  Esa  sensación, es la que  busco cada temporada. Lograrlo me pone en modo on fire.

Esta semana, toca descanso. Ya os iré contando la próxima aventura.



PabS.

1 comentario:

  1. Es grato, Pablo, conocer las experiencias de otros colombófilos durante estas sueltas. Gracias por compartir con nosotros tu punto de vista.

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