Hace unos días disfrute de un intenso fin de semana colombófilo en la vecina isla de Mallorca. Estos encuentros reavivan sensaciones que viven aletargadas en mis pensamientos y que tras un breve paréntesis alejado de mi maravillosa isla avivan ese fuego colombófilo que arde en nosotros a ráfagas.
Regreso de horas de palomeo puro y una vez retomada mi agónica monotonía, mi actividad cerebral comienza a tomar rumbos imprevisibles. Cuestiones que hacía tiempo que no me formulaba. Nuevos apuntes en mi vetusto cuaderno de notas, dudas y un sin fin de reflexiones a las que sacar punta.
Comencemos. La preparación deportiva en colombofilia presenta infinidad de exitosas fórmulas. Lo tengo claro. Cada maestrillo su librillo como se suele afirmar. Pero en cada una de mis visitas, éstas confirman una regla no escrita : En colombofilia, a pesar de que todos apuntamos a lo mismo, buscamos cosas diferentes. ¿Quién está en lo cierto? Nadie y todo el mundo supongo.
La colombofilia nos presenta una maravilloso escenario, único en su especie para los que la sentimos. Nos da la oportunidad de decidir que queremos, que buscamos, hacia donde vamos, que pretendemos moldear. Somos los responsables de nuestra propia obra. Y en ese interesantísimo viaje de incertidumbre, las dudas y sorpresas nos acompañaran como fieles escuderos en este pedregoso camino repleto de obstáculos.
En una de estas jornadas maratonianas puedo tranquilamente manosear 100-200 palomas, y por lo general tan sólo unas pocas colman mis deseos. Tan pocas que se pueden contar con los dedos de una sóla de mis manos. Observo a mi alrededor criterios tan dispares que me hacen cuestionar cuan distintos somos. En nuestra juventud nos hubiera venido de perlas tal disparidad de pareceres, pero no, lamentablemente por aquella época, sumergidos en un agitado océano de hormonas a todos nos atraía la misma moza. En colombofilia puedo aseguraros que afortunadamente no es así.
En todos estos años redactando líneas para el blog, apiladas una sobre otra he podido, por momentos, dar la sensación de prepotente, sabelotodo, y porque no, de estúpido. Quizás sí. También es cierto que no obligo a nadie a que me lea. El que lo hace y no le gusta lo que ve, lo tiene muy fácil. En persona todo discurre por otros cauces. Las ideas son las mismas pero ya hay un cruce de miradas, el color de la voz suaviza muchas situaciones, y ello otorga a la conversación matices inalcanzables en una simple lectura.
Reconozco que mis pensamientos son presentados frecuentemente de forma categórica. Soy así. No obstante admito el cambio sin problemas (eso quiero creer). Todo es susceptible de mejora. Siempre estamos a tiempo de modificar nuestro discurso. Incluso el argumento más anquilosado que se os pueda ocurrir, pero no, no creo que sea categórico en mis reflexiones, aunque quizás pueda producir esa sensación. No lo niego.
El problema es que en ese mar de dudas en el que todos buceamos, en esa firme incertidumbre inherente a este maravilloso pasatiempos que es la colombofília , y que nos acompañará hasta el último día de nuestro último enjaule de nuestras vidas, la duda presidirá cada uno de nuestros movimientos. Siendo plenamente consciente de ello, quiero pensar que tengo las ideas muy claras. Y eso en nuestro amado deporte no es visto de buen grado. Acertado unas veces. Equivocado en muchas otras pero mi criterio es sólido. Es mío. Y lo es, porque está cimentado en la lógica y en la experiencia, y en unos resultados que me ayudaron a comprender que funciona y que no. Nada más. Nadie es inmune al fracaso, de hecho resulta vital para mejorar. Sin fracaso nos estancaríamos.
Respeto las opiniones de los demás, busco el contraste de pareceres con aquellas personas que despiertan mi curiosidad, pero no hay fisuras en mi forma de pensar. Sólo ganas de seguir aprendiendo.
Cuando en una visita colombófila acompañado de amigos observas que lo que te gusta a ti ha pasado desapercibido para el resto me surgen dudas razonables. ¿Pero no lo ven?, me pregunto. Y como en todo, hay gente que tiene un criterio parecido al tuyo y otros que tienen gustos antagónicos. ¿Quien tiene razón? Sería una cuestión lógica ¿no?. En este punto debo admitir que los resultados dan o quitan razones. No hay más. Lo demás sería entrar en arenas movedizas de las que no sacaríamos nada en claro, pero no deja de ser sorprendente esta disparidad de criterios incluso en colombófilos que llevan media vida en esto.
Ahondando más en el mismo razonamiento. Quizás el hecho de moverme en sueltas de % reducidos haya deformado mi ideal de paloma y sea yo el que esté equivocado. Complicado saberlo.
Toco palomas que han volado grandes fondos y muchas de ellas me hacen cuestionar como aquellos animales lo hicieron o lo benévolo de la línea de vuelo donde tuvieron que volar. ¿Por qué? os preguntareis. Muy sencillo. He tocado palomas que han volado grandes distancias y mis manos no pudieron sostenerlas más de varios segundos. Mi cerebro lo rechaza. Cuando cojo una paloma, mis dedos saben lo que les gusta. Fruto muy probablemente de una memoria histórica basada en la cesta, de mis gustos, de aspectos de los que me siento incapaz de descifrar. Y supongo que todo esto que relato os sucederá a vosotros lectores. Y esto, amigos míos, es colombofilia en su máxima expresión.
Normalmente lo que hoy no me gusta, mañana tampoco. Aunque también hay excepciones. Manosear una paloma por estos meses de cría poco tiene que ver con tocar la misma paloma antes de comenzar la reproducción, o tras una muda excelente. La misma paloma , diferentes momentos. Hay que tener criterio pero también saber valorar las fases que atraviesa una paloma.
El animal que personalmente busco tiene unas características más o menos definidas, y una de ellas es su SENCILLEZ, un maravilloso equilibrio, livianas dando la sensación de estar moldeadas con un material fortísimo pero de gran ligereza . Y esto a veces casa mal con lo que es una paloma bonita.
¿Qué es una paloma bonita?¿Que es una buena paloma de fondo?
Esta cuestión, que quizás el estándar podría ayudarnos a responder, es cuando menos capciosa. ¿Que es bonito me pregunto?
En ocasiones me muestran una paloma que previamente ha pasado por varias manos antes de llegar a las mías y en la que hay coincidencia absoluta sobre su belleza. Y si, soy capaz de percibir de lo que me hablan, pero en mi particular diccionario esa paloma es un animal no válido. Soy capaz de apreciar su belleza pero mi mano, acostumbrada a los batacazos me susurra otra cosa: descartada.
La belleza es un concepto que también se llega a aprender. Cuando damos nuestros primeros pinitos somos esponjas nuevas, ávidas de conocimiento. No discernimos entre bonito y feo. ¿Que es bonito/bueno y que es malo/feo? Nos infectan nada más comenzar. Y de ese laberinto ya no es sencillo salir. Tras algo de tiempo con la rasqueta y algunos años en la oscuridad, tan sólo los resultados darán luz a nuestra nueva forma de ver las cosas.
Para mi bonito, como yo lo entiendo, es un tipo de paloma válida para volar muchas horas. Tras ese rápido juicio en las manos, necesito de la inestimable ayuda de la cesta para confirmar mis sospechas. Una paloma fea es aquella paloma con defectos más o menos graves para el vuelo, o paloma que por muy “bonita” que supuestamente sea según mi forma de ver las cosas no posee las cualidades requeridas para el vuelo en las largas distancias y de la que hay que tratar de volar biznietos para poder afirmar que aquello funcionó.
Otro colombófilo con un criterio muy diferente al mío tendrá a buen seguro otro ideal de paloma en sus neuronas, y es ahí donde comenzamos a separarnos.
Hablando estrictamente de palomas de gran fondo, las podremos ver azules, rodadas o negras, más grandes o más pequeñas, con ojos amarillos, blancos u en otras variadas manifestaciones, dotadas de interminables alas, o por el contrario con alas más cortas, con mayor o menor ventilación, etc pero dentro de este interminable torrente de características que podemos valorar de una paloma de gran fondo, preside su definición por encima de todas ellas su ausencia de peso: La paloma de gran fondo NO pesa.
Las palomas son como las espadas de antaño. Moldeadas con el mismo material pero con resultados dispares. Hay espadas que uno siente diferentes al tomarlas. Su equilibrio, su peso, pero sólo probándolas en los combates podremos estar seguros de su calidad y de si cumple la función para la que fue creada.
La paloma de fondo está hecha de puro titanio. Buen y firme esqueleto dando una sensación al mismo tiempo de gran ligereza. Esto en aquellos que tienen un ideal diferente es confundido en ocasiones con paloma sencilla. A partir de ahí, con cesta, selección, y otros valores ocultos que nadie en este mundo puede preveer, podremos adquirir los mimbres necesarios para construir nuestro reinado.
Para acabar. El año pasado nació en mi palomar un pichón, en mi opinión, especial. Lo bauticé como the especial one. En el pasado quizás habría pasado desapercibido. ¿Qué ha cambiado? Mi mano con el paso de los año se va haciendo dentro de sus limitaciones más sabia. Hay un dejavú oculto, un feeling de que es especial. ¿Estaré en lo cierto? Sus hijos me dirá cuan equivocado o acertado estaba. Sólo la cesta da o quita razones. Y en esa cesta no sólo interviene el animal. La mano del hombre son las manos del piloto. Su inteligencia, su lógica, su experiencia, su sentido común, su estado emocional. Y es por ello que este deporte resulta tan apasionante. Habrá que esperar.
Y con respecto al viaje. Lo disfruté. Son viajes muy intensos y de los que siempre se extraen interesantes conclusiones, pero esas me las guardo para mí. No son reproducibles.
Pablo Suárez Revuelta.