sábado, 17 de junio de 2017

El porqué del por qué.

 La aguja colipinta. 11.500km sin repostar.

Pocas cosas generan tanta paz como levantarse temprano en un día cualquiera del mes de Junio. La luz de la mañana rezuma una magia y color difíciles de encontrar en otros meses del año. Coincidiréis conmigo o no, pero se crea un áurea especial. 
Si además tenéis el privilegio de vivir cerca de la naturaleza, nuestros amigos los pájaros nos recuerdan, con sus cantos mañaneros, lo extraordinario que es el mundo en el que vivimos.

Mi amigo Eloy me envía, casi de madrugada, varios reportajes para que despeje la mente tras lidiar durante la semana con algunas personas (son pocos) ancladas en el siglo pasado, a las que la hipersensibilidad de su piel les hace leer faltas de respeto donde no las hay y en cambio se sienten incapaces de girar el cuello tan sólo 20 grados para por fin dejar de ver el árbol y de una puñetera vez respirar ese bosque que hay trás él. Lamentablemente a esos no se les adivina atisbo alguno ni de diálogo, ni de cambio ni de nada que se le parezca. 
Decía un chef argentino: "Cuando la creatividad desaparece los restaurantes se parecen". Al final siempre hay un denominador común, da igual la disciplina que analicemos.

El "expediente" de la aguja colipinta es simplemente espectacular. Un ave capaz de recorrer 11.500 km sin repostar debería hacernos reflexionar en nuestro deporte. ¿Que tiene que ver esto con la colombofilia?. Nada y mucho al mismo tiempo. 



La aguja colipinta es una especie de ave caradriforme  perteneciente a la familia  de las escollápacidas. Son aves limícolas  que pueden llegar a alcanzar una envergadura de hasta 72 cm y un peso máximo de 630 gramos. Poseen largas patas y un característico pico, largo, con forma de aguja y ligeramente curvado hacia arriba.
Las hembras son de mayor tamaño que los machos y es la especie que realiza las etapas de vuelo migratorio de mayor distancia de entre todas las aves. Lo de nuestras mensajeras es un juego de niños.
Desde su lugar de cría en la tundra interior de Alaska hasta las zonas de invernada en Nueva Zelanda; siete días y siete noches seguidas sin descanso, sin dormir, sin comer, sin beber, sorteando tormentas y vientos, a una velocidad media de 70 kilómetros por hora. Maravilloso ejemplo de supervivencia.




Si os fijáis en las dos fotografías de más arriba, llama la atención el tamaño de la aguja colipinta y su aspecto que para nada recuerda al de un plusmarquista de la distancia, en este caso una plusmarquista, ya que el animal que logró semejante hazaña y que fue seguido por GPS, es ,para variar, una hembra. 
Por otro lado, ese pico y esas patas no parecen los mejores aributos para un gran fondista. Su trasala es grande lo que nos da una idea de la velocidad de su vuelo. Más bien lento, aunque los datos arrojan todo lo contrario, 70 km/h de media durante 7 días no parece un vuelo lento.
Y que decir de su peso, dato que nos acerca una de las claves de su secreto. Eso 630 gramos en el caso de los ejemplares más pesados no parecen ser mucho lastre. De todos modos las hembras se mueven entre 260 y 630 gramos, y mira tú por donde , nuestra protagonista está en los 300 gramos (menos que una mensajera).
No he tenido jamás una colipinta en mis manos (si alguna que otra colipava), pero apostaría, analizando su peso,  tamaño y volumen, que la sensación debe ser parecida a la de manosear algo hueco y liviano, aunque a buen seguro el hecho diferencial reside en su capacidad de sufrimiento y en su voluntad de llegar. Interesante  sería conocer como se alimentan antes de emprender un vuelo de auténtico record. 
 El tránsito migratorio les supone tal esfuerzo que  llegan a perder hasta un 50% de su peso al partir y entre un 25 y un 30% de su tejido muscular, lo que revela que esos 11.500 km de un tirón son todo menos un paseo.


Hoy en día, como sucedió muchas veces en el pasado, reflexionamos a menudo sobre cuestiones que giran en torno a la colombofilia. El tamaño de nuestras aves, sus alas. Mucho blabla, entre otras cosas porque en su veredicto final,  encontramos palomas campeonas de todos los colores y tamaños, pero si me atrevo a enfatizar algo. Una buena mensajera de gran fondo, por lo general, es un animal de tamaño pequeño/mediano en el que llama la atención, por encima de todo,  su ausencia de peso. Como si el material del que estuviera "fabricado" fuera algún tipo de aleación recién descubierta.
Los planes de vuelo de hoy exigen más que los de ayer y este hecho ha sido determinante en dicha evolución. Antes todavía podíamos observar verdaderos tanques en muchos palomares. Hoy, son más bien la excepción que confirma la regla.
En lo personal, si puedo asegurar que en mi casa no existen en la actualidad ese tipo de animales desde hace muchos años. La cesta dicto sentencia.


Pabs.