domingo, 5 de noviembre de 2017

Otros mundos.

  Recuerdo la primera vez la vi. Estaba de visita colombófila en casa de un amigo. El palomar que os describo, es de lo mejor que he visto en años. Mientras caminaba por aquel, para nada angosto pasillo, ojeando uno a uno aquellos interminables módulos, la vi allí, en una percha, altiva, brillante, irradiaba luz propia. Mis ojos se clavaron como un resorte sobre  ella. ¿Pero qué es esto?, exclamé. Aquella cabeza, la sedosidad de sus plumas, todo era radiante, llevado al extremo. Así fue mi primera vez. Así fue como conocí a las palomas mensajeras Show. 
No es que sepa mucho de la cuestión en si misma, ya conocéis mis gustos, pero aquello fue un momento deslumbrante. Es el extremo de los extremos de la belleza. Y claro, ya en las manos, percibes sin titubeos, que estos animales no sirven para volar, que están muy alejados de lo que personalmente considero un "Keniata", sí sí, de esas que vosotros llamáis "feas". No fueron creados para volar todo un día.
La cuestión de fondo aquí, es que en esta disciplina resulta más sencillo fijar caracteres. Obtener aquello que buscamos es ciertamente más visible y viable. Tanto en formas como en colores. Y con ello, se pierde algo de la inmensa magia que rodea a las palomas de carreras.
Al respecto de su uso, no hay especial tradición de en nuestro país, pero no me negareis de su belleza, del porte y estilo de estos animales. Aquí no hay discusión posible.

Al final cada cosa sirve para lo que sirve, siempre negué la existencia de la navaja suiza en nuestro deporte.







PabS.

No hay comentarios:

Publicar un comentario