Hace unas semanas cayó en mis manos un artículo que relataba la singular historia de Lorena. Sabéis que los colombófilos, a poco que nos den pie para ello, establecemos rápidamente comparaciones de todo tipo. Nuestra mirada e imaginación no tienen límites. Nos topamos frontalmente con cuatro paredes y mucho antes que la velocidad de la luz haga su trabajo hemos imaginado como quedaría un bonito palomar en aquella esquina.
Con las gestas que tienen que ver con el gran fondo lo mismo. Cuando leí su historia y la de los rarámuris me quedé sorprendido e hipnotizado. De igual modo que en más de una ocasión he apodado a las palomas que me fascinan como "keinatas", con la historia de hoy, me evoca la misma sensación: gran fondo en los genes.
Los rarámuris corren con huaraches (sandalias completamente planas), y no suelen entrenar de una manera formal para competir en ultramaratones. Lo llevan en la sangre. Su rutina incluye caminatas largas y escaladas por el monte. Los Ramírez recuerdan que, cuando eran niños, podían caminar durante cinco o seis horas siguiendo a las chivas, o acompañando a su padre al pueblo más cercano para comprar comida. Ese nivel de actividad física ha permitido a Lorena colocarse en los primeros lugares de las carreras más famosas de las Barrancas del Cobre, un sistema de montañas que es parte de la Sierra Madre Occidental mexicana.
Los rarámuris han conseguido victorias en ultramaratones tanto dentro como fuera de México. Sin embargo, no son deportistas de élite: son campesinos.
El uso de huaraches desde la niñez, les confieren una musculatura fuerte y una forma de correr más óptima que la de los corredores tradicionales. Un corredor popular puede tardar años en perfeccionar esta técnica de carrera.
Esto afirman los expertos, aunque yo creo más en la genética, en la adaptación del cuerpo a determinadas situaciones que el tiempo y el paso de las generaciones acaban fijando y seleccionando.
Como todo corredor de maratones antes de la competición basan su alimentación en carbohidratos, el pinole (maiz molido) que se puede comer en polvo o mezclado con agua es su alimento básico. También ingieren proteinas en forma de frijoles.
A mi personalmente me llama la atención la simplificación en la preparación y sus medios, pero porque sobresale algo absolutamente relevante y es que este pueblo (tarahumaras o rarámuris) lleva toda la vida corriendo y lo hacen desde niños en un terreno repleto de desniveles y dificultades. Una preparación no consciente desde la niñez.
A veces no por recibir la mejor alimentación ni los mejores complementos, ni tan siquiera desarrollando la mejor preparación posible nos asegura el final deseado, porque siempre puede surgir un rarámuri de la nada y dejarte con la boca abierta. La genética se me antoja un elemento decisivo en las grandes distancias.
Pabs.