Hoy me manda José Pereiro esta joya. Sé que ha estado malito, y desde aquí le mando un fuerte abrazo.
Leyendo muy detenidamente el artículo, y otros que colgaré en los próximos días, lo que sucedió aquellos años en Vigo, fue algo, simplemente mágico. ¡Cosa de auténticas meigas!.
Tuve el inmenso placer de vivir casi dos años en A Coruña. A los ojos de aquel niño, todo era diferente. No vi ni brujas ni meigas, pero sí un mundo nuevo para mi. Mucho huracán reconvertido, tipo Klaus, u Hortensia. Mucho calabobos, y como no, aquellas nabizas que me obligaban a comer en el colegio. Aquel mar tan diferente al mío, que iba y venía. O aquel orujo, que al quemarlo, embrujaba mis ojos, siendo éstos incapaces de perder de vista aquel fuego sinuoso e hipnotizante. Esas aldeas, en las que uno entraba en sus casas, chimeneas encendidas, aquel humo y aroma tan diferente. Un inmenso verde por todas partes. Tengo muy buenos recuerdos de aquella bella tierra.
Allí, en Culleredo, un día de reyes, sus majestades tuvieron a bien obsequiarme con un tesoro que duraría años entre mis manos, una magnífica piqueta. El quo escribe era un chaval obsesionado con los minerales. Podría decirse que aquellos días descubrí el auténtico significado de la palabra ilusión. Con el tiempo, tomaron el relevo los pájaros, y ya algo más tarde, las mensajeras. Sin ilusión por las cosas, ¿tiene algo sentido?. Da igual la edad que uno tenga, la clave reside en la ilusión por las cosas. Aquellos colombófilos de Vigo, tenían ilusión para dar y regalar, por eso compartían.
En cuanto a las meigas, no tengo claro eso que la gente solía afirmar entonces: "Yo no creo en las meigas pero haberlas, haylas".
Mentiría, yo no las vi. Hoy, leyendo el texto, sé que sí existen. Cuando la gente se une en una causa común, en una que les da fuerzas para intentarlo una y otra vez, sucede lo que a continuación podréis leer.
El día que el colombófilo decide quitarse la careta, sin historias, sin ganas de aparentar lo que no son, y se dedican a las palomas y a la colombofília, tienen lugar acontecimientos históricos.
Las ansias por experimentar con los límites que te han tocado vivir, con lo desconocido, con aquel ¿será posible?. Eso lo acabamos perdiendo. Con el tiempo, acabamos por acomodar las nalgas en esos vientos de cola, en esa predicción cuasi on line. En esa chatarra por la que algunos son capaces de "matar" a otros colombófilos. En ese ego desmedido. En ese querer mandar en la casa del otro, y un largo etc.
Esta historia de los gallegos es el ejemplo de que hubo tiempos mejores, y al menos para mi, me resulta verdadera fuente de inspiración. Gracias.
PabS.